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Qué mala es la manipulación de la Historia

Os pongo un artículo de Alfonso Usía, que no tiene desperdicio, sobre la manipulación que se produce de la Historia por determinados individuos en un intento de modificar lo que es inmodificable o de querer hacer creer a los demás que los hechos no fueron como de verdad ocurrieron sino como ellos querrían que hubiesen sido, cosa que no fue así. Esta manipulación de la Historia nos lleva a la conclusión de que hay gente bastante más imbécil de lo que creemos y encima se encuentran en una posición en la que pretenden que todos seamos igual de imbéciles que ellos. Menos mal que no todos somos así y suscribo lo que dice Ussía en su artículo, que viene a continuación:

“Si algo no entra en el hábito de los militares es la mentira. Un militar mentiroso no es un militar. Y si la mentira, además, se viste de manipulación, sesgo y majadería, se llega a la conclusión de que no viene de la decencia uniformada, sino de la falta de respeto a la verdad de nuestros actuales gobernantes. Ignoro quién es el manipulador que pretende, con setenta años de retraso, borrar un largo episodio de heroísmo que ha sido reconocido como tal unánimemente. La heroica resistencia de los defensores del Alcázar de Toledo en la Guerra Civil fue reconocida y admirada por los propios sitiadores.
Pero llega el tonto setenta años más tarde, y quiere triunfar donde la victoria y la derrota son páginas de la Historia. Que lo intente el tonto, su superiora y el superior de la superiora. No lo van a conseguir. Creo que hay dos ministerios, Interior y Defensa, que por su carácter institucional merecen más reflexión ante las críticas que otros departamentos. He sido, y siempre lo seré, más prudente con un ministro de Defensa que con el titular de una cartera más cercana al partido gobernante que a la totalidad de los españoles...

Pero lo que pretende el tonto que tiene por ahí suelto la ministra Chacón, además de una villanía histórica –o mejor, contrahistórica–, es una soberana imbecilidad. Este Gobierno no sabe qué hacer para reescribir un pasado inmutable. El asedio al Alcázar de Toledo, donde un grupo de soldados valientes del Ejército Nacional, resistió durante más de setenta días a las fuerzas republicanas infinitamente más poderosas, está no sólo en la Historia de España, sino en la de los grandes hechos militares de todo el mundo. Eliminar del Alcázar la Historia del Alcázar sólo se le ocurre a un ceporro sesgado y mentiroso. Es de esperar que sea un ceporro y no una ceporrra, dado que el titular actual de la cartera de Defensa es una mujer.
La Historia se asume. El Alcázar resistió con heroísmo... Allí había además de soldados, mujeres y niños. El general Moscardó no entregó el Alcázar ni a cambio de la vida de su hijo, que fue cobardemente ejecutado. Han pasado más de setenta años, y el ceporro pretende borrar el fracaso de los sitiadores y el triunfo de los sitiados. No tiene sentido. Y lo hace desde el ministerio que agrupa a quienes no saben mentir. Lo dice César Vidal: «Los héroes no se discuten». Son de todos. Setenta años más tarde, aquel heroísmo no puede herir a nadie.

Sólo a los mentirosos y los manipuladores. A los cretinos, a los rencorosos. Apenas quedan protagonistas vivos de la victoria en la Guerra Civil. Lo mismo que derrotados. Los hijos de los que ganaron han renunciado hace mucho a seguir ganando... Pero muchos descendientes de los que perdieron –en gran parte, por su culpa-, quieren ganar una Guerra con setenta años de retraso. Una necedad y un despropósito. Eliminar del Museo del Ejército del Alcázar los vestigios y muestras de aquel episodio heroico es una prueba de resentimiento impotente. Lo que se suponía fácil lo convirtieron en imposible unos héroes. Respétenlos y no mientan...

Si la ministra no rectifica el plan del ceporro, lo siento señora ministra, pero la ceporra será usted”.

Foto: El Alcázar de Toledo en 1937 tras su liberación.

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