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Mostrando entradas de febrero, 2011

La ventana

Hoy os pongo un cuento, una anécdota o leyenda que circula por la red desde hace tiempo pero que me parece muy apropiada para reflexionar un poco. ¿Seríamos capaces nosotros de hacer lo mismo?............, el cuento dice así: Dos hombres, gravemente enfermos, ocupaban la misma habitación de un hospital. Uno de ellos tenía que sentarse en la cama durante una hora cada tarde a fin de evacuar las secreciones de los pulmones. Su cama estaba al lado de la única ventana de la habitación. El otro hombre tenía que pasar los días acostado sobre la espalda. Los dos compañeros de infortunio hablaban durante horas de sus esposas y sus familias, describían sus casas, su trabajo, recordaban su servicio militar y los sitios donde habían estado de vacaciones. Todas las tardes, cuando el hombre que estaba cerca de la ventana podía sentarse, se pasaba el tiempo describiendo a su compañero de habitación todo lo que veía a través de la ventana. El hombre de la otra cama disfrutaba durante una ho

Una genialidad de Pío Baroja

Corría el año 1904 y aquella tertulia, que había abierto el gallego Ramón María del Valle-Inclán en el Nuevo Café de Levante, hervía por las noches con la flor y nata de los intelectuales de la Generación del 98 y los artistas más significados, entre ellos Ignacio Zuloaga, Gutiérrez Solana, Santiago Rusiñol, Mateo Inurria, Chicharro, Beltrán Masses o Rafael Penagos. Y aquella tarde noche del 13 de mayo de 1904 el que sorprendió a todos los presentes fue Pío Baroja. Porque cuando se estaba hablando de los españoles y de las distintas clases de españoles, el novelista vasco sorprendió a todos y dijo: “La verdad es que en España hay siete clases de españoles… sí, como los siete pecados capitales. A saber: 1) los que no saben; 2) los que no quieren saber; 3) los que odian el saber; 4) los que sufren por no saber; 5) los que aparentan que saben; 6) los que triunfan sin saber, y 7) los que viven gracias a que los demás

La barbarie humana

Esta semana nos hemos sobrecogido con una terrible demostración de que la barbarie humana no tiene límites. L a noticia a la que me refiero proviene de Bangladesh, un país que, continúa anclado en la Edad Media en pleno siglo XXI, es capaz de condenar a una menor de catorce años a recibir cien latigazos porque, supuestamente, tuvo relaciones sexuales con su primo, de cuarenta años, casado. La terrible noticia viene de una aldea del distrito de Shariatpur en la que las autoridades locales acudieron a “la ley islámica”, y a un tribunal de ancianos de la comunidad, para resolver una denuncia presentada por la esposa de un hombre de cuarenta años. Esta mujer denunció que su marido tenía relaciones con la prima, menor de edad. El “jurado”, presidido por un clérigo, decidió que tanto la joven como su primo debían recibir un castigo de cien latigazos con cañas de bambú, por la supuesta relación que mantenían. El castigo se llevó a cabo como habían sentenciado, y las heridas ocasionadas

Los escojuranderos

Los esconjuraderos son pequeñas construcciones de origen medieval típicas del Pirineo, sobre todo del Pirineo aragonés, aunque también se pueden encontrar en algunos valles de Cataluña y el Pirineo francés. Se construían cerca de la iglesia del pueblo, especialmente de las ermitas, y son edificaciones generalmente cuadradas, aunque las hay también circulares, y en ocasiones tienen una cruz encima de la techumbre o dentro del edificio de piedra, y con cuatro aberturas orientadas a cada uno de los cuatro puntos cardinales. Muchas veces los hemos visto y nos hemos preguntado: ¿Para qué servían estas sencillas construcciones? Pues bien, los esconjuraderos se usaban para esconjurar o conjurar cualquier tipo de mal que acechara al pueblo y lo mismo servía para un mal de ojo que para una maldición o para alejar a la peste. Pero su principal uso, para lo que se recurría con más frecuencia, era “ahuyentar tormentas”. En cuanto por lontananza se divisaban negros nubarrones que pudier