La Italia del siglo XIV es muy prolífica en apariciones y fantasmas misteriosos, pero nunca se había visto tanta aglomeración de ellos en un mismo lugar, el castillo de Malamorte, era el lugar de reunión de espíritus desencarnados que vagan por sus instalaciones entremezclando sus historias terrenales que los llevaron a la muerte.
Arranco
la narración de esta historia veraz desde el presente: su protagonista es el
actual propietario del castillo a quien se le aparecieron, en la década de los
cincuenta, dos guerreros medievales cuando paseaba por los aledaños de la
fortaleza. La noche caía sobre la ciudad de y a Vitorio le tocaron el hombro
por detrás. Las armaduras no dejaban ver los rostros de aquellos personajes tan
peculiares. Le pidieron que les siguiera y Vitorio, intrigado, decidió hacerlo.
Una vez dentro del castillo, los dos guerreros medievales le señalaron un muro
falso donde estaba guardado un fabuloso tesoro. Solo le pusieron una condición,
pero si no la cumplía a rajatabla le matarían allí mismo y sin ningún tipo de
compasión. La exigencia era que comprara el castillo y que se trasladara a
vivir allí para evitar que el castillo de Malamorte se convirtiera en un lugar
turístico. Aceptada la condición, pues realmente no le quedaba otra solución,
adquirió el castillo.
Vitorio
se asustó la primera vez. Si lo de los guerreros medievales había sido
impresionante, lo de estos dos amantes no lo era menos. Vitorio pensó que debía
existir alguna relación entre ambos hechos, pero no lograba descifrar la trama.
Mientras caminaba por una de las estancias del castillo intentando dar con la
clave de todo ello se topó con la sombra de una mujer que no tenía nada que ver
con la adultera asesinada. Al ser preguntada por Vitorio, esta respondió que
había sido raptada por un español llamado Alonso Arana, propietario del
castillo, con el fin de hacerla suya por la fuerza. Tras conseguirlo en
reiteradas ocasiones, fue encerrada en una torre. Su asco y desesperación
fueron tales, que a los diez minutos de ser alojada allí se arrojó al abismo
encontrando la muerte. Desde entonces su sombra vaga de forma cansina como
castigo a su acto de desesperación.
Pero
¿por qué se toparía con esos guerreros? ¿O acaso fueron ellos los que
propiciaron ese encuentro? El caso es que la vida de Vitorio cambió de forma
radical y pasó de ser un simple obrero a ser la persona más rica de la comarca
y una de las más afortunadas del país (Italia). Acostumbrado a vivir entre
fantasmas que solo se le aparecían a él, comenzó a acudir a bibliotecas
especializadas para corroborar lo que esos espectros le contaban.
Transcurrió
el primer año y no se repitieron apariciones nuevas. Acostumbrado a los
suspiros de Leonora y al deambular cansino de la sombra en pena de aquella
mujer secuestrada por Alonso Arana, la vida sucedía de forma tranquila, hasta
que una noche, mientras la lumbre de la chimenea daba calor, aparecieron las
sombras de un hombre y una mujer que se identificaron como Ellen y Carlos
Mateo, matrimonio que tiene por costumbre escenificar, justo donde está sentado
Vitorio, la escena de cómo se produjo su muerte. Vitorio, atónito, les cede el
lugar y observa la escena. El castillo de Malamorte está sitiado y a punto de
ser conquistado por un conde enemigo, conscientes de que si caían en manos de
sus enemigos iban a encontrar una muerte horrible entre torturas, deciden
autoinmolarse en los sótanos del castillo, gesto que es seguido por una
veintena de súbditos leales y hombres de la mayor confianza. La forma de morir
fue agradable, en el caso de que algo así sea posible, ya ingirieron un veneno
letal que produjo los efectos deseados en escasos segundos, el tiempo justo
para brindar juntos por su muerte.
“En
vez de un castillo esto parece un hotel”, pensaba para sí Vitorio tras ser
testigo del brindis mortal del matrimonio. Tras investigar en varios archivos
referentes a la vida del castillo, pudo comprobar que, efectivamente, entre sus
más de cuatro paredes había vivido este matrimonio y que hallaron la muerte en
el asalto que se produjo. Pero Vitorio continuaba convencido de que aquellas
apariciones y sus encuentros con los guerreros tenían alguna conexión y decidió
invocarles para pedirles explicaciones sobre el porqué había sido elegido por
ellos para encontrar el tesoro oculto del castillo; sin embargo, a pesar de
todos sus intentos no lo consiguió.
En la
actualidad, el castillo de Malamorte, en la ciudad de Belveglio d’Asti, es
propiedad particular. Vitorio murió en el año 1970 aquejado de una crisis
cardíaca. Sus hijos son los actuales propietarios y se desconoces si ellos también
han sido testigos de apariciones.
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