El artículo publicado por Francisco Marhuenda en La Razón, parece que
escoció a los separatistas catalanes y fue objeto de un acalorado debate en RAC
1 con Pilar Rahola, periodista partidista y poco versada en historia de la que
discute como si le fuese la vida en ello y donde muestra un profundo
desconocimiento que le hace decir las “tonterías” que se escucharon en la
radio.
Evidentemente no puedo estar más de acuerdo con Francisco Marhuenda,
desde el punto de vista histórico, ya que Cataluña, por mucho que duela a la
Sra. Rahola, nunca fue independiente, ni fue nación ni estado propio y sería
bueno recordarles a todos estos “secesionistas” que el 7 de octubre de
1934 el gobierno de la República, presidido por Niceto Alcalá-Zamora y Torres, y
siendo Presidente del Consejo de Ministros Alejandro Lerroux García, declaró el Estado de Guerra en todo
el territorio de la República Española debido, según cita textual: el Presidente de la Generalidad, con olvido de
todos los deberes que le impone su cargo, su honor y su responsabilidad, se ha
permitido proclamar el Estat Catalá. Ante esta situación, el Gobierno de la
República ha tomado el acuerdo de proclamar el estado de guerra en todo el
país. Estat catalá que no duró ni un telediario.
Reproduzco a continuación el
artículo de Francisco Marhuenda objeto
del referido rifirrafe con los nacionalistas catalanes:
Los nacionalistas han convertido la caída de
Barcelona, el 11 de septiembre de 1714, ante las fuerzas de su rey legítimo,
Felipe V, en la fiesta nacional de Cataluña. Estamos ante un despropósito
histórico, que no se puede corregir porque se ha convertido en un mito. Es
cierto que todas las naciones y pueblos tienen sus mitos, pero con el tiempo se
superan, abrazan los suyos con obsesivo fervor. Felipe V asumió la corona sin
dificultad, aunque con unos pactos que querían impedir una unión entre Francia
y España. Es cierto que el otro candidato, el archiduque Carlos, también podía
esgrimir derechos legítimos, pero los del duque de Anjou eran más sólidos y
había sido elegido por el difunto rey.
Las élites dirigentes catalanas, porque el
pueblo no era un sujeto activo, fueron inicialmente leales a Felipe V, pero al
estallar la Guerra de Sucesión pensaron que podían obtener mayores
beneficios si se unían al archiduque Carlos, que era apoyado, entre otros, por
Austria, Gran Bretaña y Holanda. Fue una guerra continental en la que realmente
se dirimía la preocupación porque Luis XIV obtuviera una posición hegemónica si
también controlaba la decadente España y su Imperio. Al final, la natural
perspicacia de una parte de la aristocracia y la burguesía catalanas hizo que
apostaran por el perdedor y la «recompensa» fueron los Decretos de Nueva
Planta. Cabe recordar que el reformismo borbónico fue bueno para España. Por
cierto, el archiduque Carlos olvidó sus pretensiones cuando murió en 1711 su
hermano, el emperador austríaco José I, y le sucedió como Carlos VI. Hasta
1886, el 11 de septiembre quedó en el olvido, lo cual demuestra la huella que había
dejado en el pueblo catalán. Un nacionalismo emergente decidió convertirlo en
el símbolo de la patria perdida. Desde entonces, se dedicó a un laborioso
esfuerzo de «arqueología voluntarista» y convirtió a Wilfredo el Velloso en
«padre» de la nación catalana; a Jaume I, en un gran patriota (olvidando que
repartió su reino entre sus hijos o cedió Murcia a su yerno, el rey
castellano); el Compromiso de Caspe, en una traición; la Corona de
Aragón en la confederación catalanoaragonesa y tantos otros hitos faltos de
rigor y fundamento histórico. Cataluña nunca fue independiente, porque jamás
existió como nación o estado. En la Edad Media no existía la
soberanía nacional, era dinástica, ni la nación tal como se define desde hace
más de cien años. Es cierto que el nacionalismo tiene historiadores que,
ofuscados por el partidismo, reescriben la Historia y la hacen decir
aquello que nunca sucedió, tal como pretenden. Los catalanes celebran mañana
una ficción. Otra de tantas.
Francisco Marhuenda
10 Septiembre 12
Cada uno que piense lo que quiera
pero la historia no se puede cambiar al antojo de unos cuantos políticos
interesados en su propia supervivencia.
Foto: Francisco Marhuenda y Pilar Rahola.
Comentarios
Publicar un comentario