Cuentan que por el castillo de Durenville, en tierras de la siempre húmeda Escocia, se han paseado fantasmas desde el año 1500. Una leyenda que permanece viva en el lugar todavía en nuestros días dice que todo el que ha tratado de llevarse algo de la mansión y, en particular, si pertenecía al fundador de la dinastía de tan ilustre apellido, ha muerto como consecuencia de la aparición de tremendos fantasmas.
El llamado conde Negro, habitante de este lugar, a pesar de ser un mujeriego no se dejó atrapar por ninguna mujer y permaneció soltero hasta los últimos días de su vida. Durante algún tiempo fue a convivir con él una parienta lejana que había quedado huérfana o, al menos, ésa es la historia que él contó por conveniencia, pues en realidad se trataba de su propia hija, nacida de su unión con una dama de alcurnia francesa. Margelyne, que así se llamaba su hija, estaba completamente fascinada por el castillo y dijo a su padre una y mil veces que nunca lo abandonaría un aún después de que le sobreviniera la muerte.
Por aquel tiempo, una epidemia de cólera se extendió por toda la región; Margelyne tuvo la desgracia de contraer la enfermedad y pasó en pocos días de ser una muchacha llena de vitalidad a estar a las puertas de la muerte, puertas que, para su desgracia, se abrieron. El conde Negro, presa de la desesperación, vendió el castillo y decidió emigrar a tierras francesas, país donde, por cierto, pasó los mejores años de su vida. Sin embargo, hubo un detalle que le pasó por alto y que resultó vital para fomentar la leyenda fantasmal del castillo de Durenville. Muchos años mas tarde, ya en el lecho de la muerte, el conde hizo una promesa en memoria de su hija desaparecida, a quien había jurado que el castillo siempre permanecería intacto, sin que se tocase ni trasladase nada, como si ella estuviese a punto de regresar en cualquier momento.
La primera noche después de la partida, se habían comenzado a oír inimaginables gemidos que procedían de la galería de retratos. Alguien se atrevió a ir hacia allí para ver que diablos sucedía y se encontró ante la hija del conde que, completamente desesperada, lloraba amargamente por el abandono al que le había sometido su padre con su marcha. Al cabo de algunos años el conde Negro falleció en tierras francesas pero antes de expirar predijo que todo aquel que intentase extraer algo del castillo moriría, tal y como le había sucedido a él. En la actualidad los habitantes de la ciudad escocesa de Durenville afirman haber visto de vez en vez al conde junto a Margelyne, a quien se oye cantar acompañada al piano por su padre, y, por supuesto, nadie toca nada del castillo desde hace muchísimos años.
Este no es el único fantasma que habita en el castillo…………pero eso es otra historia.
Foto: Castillo de Stirling (Escocia)
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